domingo, 15 de julio de 2012

El nido vacio. Por Cayetana Guillén Cuervo. www.elmundo.es.-

Lo contaba Daniel Burman en El nido Vacío. El abismo que azota el alma de quien soporta el silencio como si fuera un castigo. La soledad del que lo ha dado todo. La memoria, que se convierte en tu enemiga, porque llena de recuerdos una vida que hoy no late con la misma fuerza, ni con la misma intensidad. 
La amargura de quien espera cada día la llegada del que más ama en este mundo. El nido vacío. Tus hijos ya no están. Ya no te necesitan. Se han marchado a escribir su propia historia, y de la tuya se acordarán sólo de vez en cuando. Cecilia Roth y Arturo Goetz intentan rediseñar su vida, y lo hacen cada uno a su manera. Distantes. Decepcionados.
Tengo una amiga que no para de llorar. No quiere ver el mar, ni levantarse de la cama, ni le hace gracia nada de lo que le arrancaba la sonrisa. Está asustada. Por su tristeza. Ha pasado de ser indispensable a ser casi transparente y las horas son largas, muy pesadas. Antes el tiempo se le escapaba entre los dedos y ahora no sabe qué hacer con él. Le sobra. Como casi todo. La animan a buscar razones para ser feliz, pero ella les escucha desde una auténtica sordera, una helada interna que le impide darle a las palabras el valor que tenían hasta ahora. No significan nada.
Es curioso cómo cambia la vida de color. El mismo plano, pero estás en otra película. La sexualidad es algo más o menos roto que se esconde en algún rincón de tu cuerpo, al que tampoco reconoces frente al espejo. Eres otra, ni más ni menos. El nido vacío. La casa sola. Aunque ella ha tardado unos años en caer en ese agujero extraño en el que no puede respirar, ahora le parece que no hubo otra realidad, que no hubo nada. Los problemas del alma son difíciles de diagnosticar. Pero se instalan dentro de ti como si fuera la última estación, sin más salida. A los ojos del otro parecen un capricho de tu voluntad, algo que puedes espantar sólo con proponértelo, pero no es verdad.
Una emoción enferma es una cárcel. Y ahí te pudras buscando cómo recuperar tu libertad. Ley de vida. Mi amiga sabe que ellos no volverán, que vuelan solos, que una llamada, un beso, una visita, un abrazo, o dos, de vez en cuando, es todo. O casi todo. Como hijos, quizá reflexionar sobre la ausencia, o más, sobre la presencia que jamás deberíamos regatear a quien nos vela, pase lo que pase, desde el otro lado del mundo.

No hay comentarios: