Atrás queda la Navidad vivida entre una persistente lluvia que tanta falta hacía llegara. Atrás quedan guardados en los archivos de la memoria los días que más Paz, Amor y Felicidad se desea. En el disco duro de nuestras vidas quedan almacenados como si se trataran cookies de recuerdos que a todo lo más que podemos ya acceder son a archivos formato jpg.
Fueron días de lluvia y de mucho frío en los que por las tardes, después de la comida, apetecía estar sentado ante la lumbre de una chimenea o acomodados en un sillón al calor del brasero teniendo encima de la mesa camilla una copa de anís y una bandeja de los clásicos dulces navideños donde no faltaban los clásicos turrones, los mantecados, los bombones ...
Unos quizás leyendo lo último Ángeles Caso, Maruja Torres o Eduardo Punset; otros, tal vez aguantando la invasora play con la que se entretenían los chavales de casa, y muchos, dando una cabezadita mientras en la televisión ponían una de esas socorridas películas que duran toda la tarde.
Pasada la Cabalgata de la ilusión -lo de ilusión es por los pequeños, claro- que pudo celebrarse pese a la amenaza de lluvia, se volvió a la vida normal donde la jornada empieza sobre las ocho de la mañana, cuando todavía el día se está levantando, y termina sobre las ocho o las nueve de la noche.
Esa vida cotidiana en la que la Matallana y sus inmediaciones se convierten en un gran centro comercial donde fluye gente que bien va haciendo shopping o bien acudiendo a oficinas bancarias o entrando en alguna cafetería a tomar un café o una caña acompañada de su apetitosa tapa.
Esa vida ordinaria en la que los fines de semana se aprovecha para hacer un poco de deporte, para ir con los chavales de la casa a dar un paseo por la carretera del Canal o para estar con los amigos en alguna barbacoa, por ejemplo.
Lo cierto es que poco a poco nos vamos adentrando en el nuevo año y casi sin darnos cuenta, cuando apenas hemos terminado con los mantecados, nos encontramos ya casi con la primera en la calle, esto es, los primeros Cultos cofrades.
Pero en este tiempo intermedio, donde hemos asistido en Miragenil a la bendición de nuestras mascotas, procuramos tirarle más a la verdura que al cerdo por aquello de desintoxicar el cuerpo de los atracones navideños. Y es así como aprovechamos para caminar, ya por la Avenida de la estación o por cualquier otro circuito urbano, mientras con mp3 en ristre vamos escuchando alguna de nuestra música preferida.
Y habrá quien esos ligeros paseos los haga en el parque de La Galana rodeado de romero y contemplando el río que le da nombre al pueblo.
Ese parque que en el mes de enero se encuentra desnudo y con todas las hojas de sus árboles cubriendo el césped que ahora amarillea pero que reverdecerá en primavera.
Parque que invita a tomar plácidamente el sol de la mañana o del mediodía mientras, mientras vemos al fondo, por un lado, unas arcillosas lomas erosionadas por las últimas lluvías y, por otro, los empinados edificios y campanarios de torres y espadañas.
Lugar apropiado este parque para un paseo en compañía con quien tener una buena conversación. Porque una conversación con alguien siempre será mejor que el muro del facebook.
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