Pasados los años de la posguerra Puente-Genil iría lentamente recuperándose y ello se hace notar en que se reponen algunas Imágenes de culto perdidas en los sucesos bélicos que había sufrido. Así pues se encargan nuevas tallas de Jesús Preso, de la Virgen de la Esperanza, de la Virgen de la Amargura, se mejoran Pasos, etc. El esplendor que tuvo anteriormente vuelve a retomarlo con nuevas ilusiones que paulatinamente irán creciendo, tanto en número de Hermandades como de Corporaciones bíblicas, así como en días procesionales.
Las décadas de 1950 y 60 se vieron afectadas por una gran emigración de pontanenses a otras latitudes como Barcelona, Alemania, Francia, Holanda, etc. que hizo mermar notablemente la población rebajando así el número de habitantes.
Las décadas de 1950 y 60 se vieron afectadas por una gran emigración de pontanenses a otras latitudes como Barcelona, Alemania, Francia, Holanda, etc. que hizo mermar notablemente la población rebajando así el número de habitantes.
Estas décadas serían las de las escuelas llamadas popularmente migas, entre las que podemos contar la miga de Conchita Ibarra (antes del año 1936), en la calle Fuensanta; la miga de Manuel y Conchita Gil, en la calle Manuel Melgar; la miga de las Monteras, en la calle Madre de Dios, 32, regentada por Francisca, Rosario y Pepita; las migas de Dolorcitas y Asunción en la Avenida Manuel Reina; la miga de Juanita en la calle Luna; la miga de las Pineditas, en la calle Aguilar, en las que daban clases dos hermanas, una de ellas llamada Pepita; la miga de Estrella, en la calle San Cristóbal, regentada por Estrella Delgado; las migas de Vicenta y María en la calle Fernán Pérez; la miga de Conchita Mansilla en la calle Tumbajarros (Menéndez Pidal, 31). Conchita Mansilla era una señora muy mayor, vestida de negro y siempre con toquilla. Ella se ocupaba de los niños y niñas más pequeños y su hija María se encargaba de enseñar a bordar a las niñas mayores y las que destacaban tenían el privilegio de bordar las cintas para las carreras de la verbena de las Cantarerias.
Las migas eran escuelas no oficiales que regían personas de cierta edad en sus casas y a las que se llevaban a los niños y niñas de corta edad para que fueran aprendiendo a leer y escribir y preparándose para cuando pasaran a las escuelas o colegios. Generalmente estaban atendidas por alguna persona de avanzada edad y solían ocupar la habitación de una casa, donde en torno a la mesa del regente de la miga se sentaban los escolares, para lo cual cada uno de ellos se llevaba una silla pequeña y una pizarra donde escribían las muestras que el educador o educadora de la miga le ponía.
Estas migas fueron frecuentes durante los años de mitad del siglo XX y a ellas se acudía hasta que los escolares pasaban a una escuela de enseñanza reglada.
Las migas eran escuelas no oficiales que regían personas de cierta edad en sus casas y a las que se llevaban a los niños y niñas de corta edad para que fueran aprendiendo a leer y escribir y preparándose para cuando pasaran a las escuelas o colegios. Generalmente estaban atendidas por alguna persona de avanzada edad y solían ocupar la habitación de una casa, donde en torno a la mesa del regente de la miga se sentaban los escolares, para lo cual cada uno de ellos se llevaba una silla pequeña y una pizarra donde escribían las muestras que el educador o educadora de la miga le ponía.
Estas migas fueron frecuentes durante los años de mitad del siglo XX y a ellas se acudía hasta que los escolares pasaban a una escuela de enseñanza reglada.
La Miga de Carmen Sánchez, en la calle Doctor Ochoa, frente a la actual urbanización la Molina; la miga de Enrique Gálvez en la Avda. Susana Benítez, frente al Asilo de ancianos; la miga de Marita, al inicio de la calle Antonio Baena; la miga de Milita, en la calle Cruz del estudiante, junto a la fuente de los números; la miga de María en la calle Adriana Morales, entre otras muchas que hubo.
Todavía quedaban lejanas las Guarderías y la escolarización en los colegios para las edades de tres, cuatro, cinco, seis y siete años. A estas migas el alumnado acudía provisto de un vaso de plástico de aros plegables para beber y sus pequeñas sillas, pizarras y pizarrines; con ese único material aprendían a leer y escribir. Una vez que los niños y niñas iban teniendo la edad precisa pasarían a las escuelas, entre las que podemos contar la de Don Manuel Baena, Don Antonio Losada, Dª Araceli Tafur y Don Enrique Asensi, en la Cuesta Vitas; las de Don Domingo Reina, Doña ana Salido y Doña Francisca Villafranca, en los Grupos escolares frente a la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, en la actualidad Casa de Hermandad de la Cofradía de N. P. Jesús Resucitado; las Escuelas parroquiales que hubo en la casa número 1 de la calle Aguilar; los Grupos escolares José-María Pemán y Ramiro de Maeztu, ambos fundados el 3 de mayo de 1911, entonces divididos en escuelas para niños y para niñas donde impartieron clases Dª Concha Romero, Don José Arroyo Morillo, Don José Quesada y Don Eduardo Reina del Campo (en Miragenil) y Don Francisco Vila, Don Manuel Serrano, Don Ignacio Moret, Don Manuel Carrillo y Don Francisco Berral (en el Colegio José Mª Pemán); la Academia San Cayetano, dirigida por Don Jerónimo Alemán López, con los años transformada en el actual Colegio Alemán; la desaparecida Academia de don Agustín Rodríguez en la calle Madre Dios, que luego tomaría Don Jesús Palma Santos y la trasladaría a la calle Aguilar, donde impartió clases el muy docto, eximio y recordado profesor Don José Aranda; el colegio San Antonio (Los frailes), por el que pasaron numerosos jóvenes pontanenses, y el Colegio de la Compañía de María, donde impartieron clases numerosas religiosas como la Madre Concepción Arroyo, la Madre Soledad Chacón, la Madre Reguero, la Madre Freire, la Madre Rivas, la Madre Zuloaga, la Madre Camacho, la Madre Margarita Estrada, la Madre Encarnita Cabezas, la Madre Margarita Cabezas, la Madre Martos, la Madre María Delgado, la Madre Amalia Varo, la Madre Carmen Berral, la Madre Bruna, la Madre Carmen Molina, la Madre Eloisa Serna, y tantas religiosas que permanecen en el recuerdo de centenares de hombres y mujeres de Puente-Genil, como era el caso de la Madre Agustina o de la entrañable y bondadosa Madre Marta. (Mi recuerdo más sentido para todas ellas).
Una escuela muy anterior a las citadas anteriormente que estuvo ubicada durante 36 años, desde 1869 a 1905, en un local de lo que sería el hospital municipal fue la del Maestro de Instrucción Primaria D. Francisco-Modesto Carmona Rodríguez.
Todavía quedaban lejanas las Guarderías y la escolarización en los colegios para las edades de tres, cuatro, cinco, seis y siete años. A estas migas el alumnado acudía provisto de un vaso de plástico de aros plegables para beber y sus pequeñas sillas, pizarras y pizarrines; con ese único material aprendían a leer y escribir. Una vez que los niños y niñas iban teniendo la edad precisa pasarían a las escuelas, entre las que podemos contar la de Don Manuel Baena, Don Antonio Losada, Dª Araceli Tafur y Don Enrique Asensi, en la Cuesta Vitas; las de Don Domingo Reina, Doña ana Salido y Doña Francisca Villafranca, en los Grupos escolares frente a la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, en la actualidad Casa de Hermandad de la Cofradía de N. P. Jesús Resucitado; las Escuelas parroquiales que hubo en la casa número 1 de la calle Aguilar; los Grupos escolares José-María Pemán y Ramiro de Maeztu, ambos fundados el 3 de mayo de 1911, entonces divididos en escuelas para niños y para niñas donde impartieron clases Dª Concha Romero, Don José Arroyo Morillo, Don José Quesada y Don Eduardo Reina del Campo (en Miragenil) y Don Francisco Vila, Don Manuel Serrano, Don Ignacio Moret, Don Manuel Carrillo y Don Francisco Berral (en el Colegio José Mª Pemán); la Academia San Cayetano, dirigida por Don Jerónimo Alemán López, con los años transformada en el actual Colegio Alemán; la desaparecida Academia de don Agustín Rodríguez en la calle Madre Dios, que luego tomaría Don Jesús Palma Santos y la trasladaría a la calle Aguilar, donde impartió clases el muy docto, eximio y recordado profesor Don José Aranda; el colegio San Antonio (Los frailes), por el que pasaron numerosos jóvenes pontanenses, y el Colegio de la Compañía de María, donde impartieron clases numerosas religiosas como la Madre Concepción Arroyo, la Madre Soledad Chacón, la Madre Reguero, la Madre Freire, la Madre Rivas, la Madre Zuloaga, la Madre Camacho, la Madre Margarita Estrada, la Madre Encarnita Cabezas, la Madre Margarita Cabezas, la Madre Martos, la Madre María Delgado, la Madre Amalia Varo, la Madre Carmen Berral, la Madre Bruna, la Madre Carmen Molina, la Madre Eloisa Serna, y tantas religiosas que permanecen en el recuerdo de centenares de hombres y mujeres de Puente-Genil, como era el caso de la Madre Agustina o de la entrañable y bondadosa Madre Marta. (Mi recuerdo más sentido para todas ellas).
Una escuela muy anterior a las citadas anteriormente que estuvo ubicada durante 36 años, desde 1869 a 1905, en un local de lo que sería el hospital municipal fue la del Maestro de Instrucción Primaria D. Francisco-Modesto Carmona Rodríguez.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho el articulo sobre las "Migas de Puente Genil", me ha echo recordar algunos aspectos de mi infancia, cuando asistía a la Miga de las Pineditas, situada en la calle Aguilar, como muy bien dices, recuerdo levemente que se accedía por una escalera estrecha y muy empinada, luego dábamos clase en una habitación donde había una pizarra grande en la pared con un marco ancho de madera de color claro/viejo y estábamos sentado en pequeños pupitres/dobles con banco adosado y creo que eran de color verde, también recuerdo que hicimos unos pequeños muñecos de trabajos manuales, y no recuerdo nada más, solo que era agradable asistir a dichas clases.
Saludos JMRuiz.
Hola precisamente hoy he estado hablando de las miga. Yo fui a la de la alle Luna sobre el 64/65 y al menos en esa época la maestra de la miga se llamaba Isabel. Lo sé perfectamente porque era mi tía abuela. Podrías preguntar para asegurar las fechas??
Me ha encantado el artículo
Además me acuerdo que me fui del pueblo con 4 años y mi madre, para que me admitieran en el colegio de monjas del pueblo al que nos trasladamos, dijo que aunque fuera pequeña yo ya sabía leer y cuando lo comprobaron me admitieron. No sé si en ese tiempo se empezaba a ir al cole con 6 años, antes no.
"La miga de la tía Isabel" ¡qué recuerdo tan bonito!
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