La devoción y la penitencia van estos días de la mano, la misma con la que la gente acaricia la canastilla de un Paso o el manto de una Virgen como queriendo señalar en ellos promesas año tras año.
En Puente-Genil la autenticidad de estos días alcanza cotas de colorido y lirismo que superan los mejores cuadros de nuestros pintores y los versos de nuestros vates.
En Puente-Genil todos los días del año conducen a la Semana Santa y una vez llegada ésta todos los caminos conducen al Calvario para asistir el Viernes santo a la Diana en honor a Ntro. Padre Jesús Nazareno. Luego habrá que tomar un sendero que nos lleve a Santa Catalina para estar en las Reverencias.
Guiados por la atrayente música del Imperio Romano no se puede faltar al mediodía en la vetusta calle Don Gonzalo y a la caída de la tarde en calle Aguilar. Tres calles del más rancio sabor pontanés.
Asistir al desfile del Imperio Romano la tarde del Jueves santo o en el transcurso de alguna procesión es contemplar uno de los pilares que definen la autenticidad de la Semana Santa pontanensa. Y si se va vestido de rebateo o figura bíblica mientras suena el Recuerdo delante de los Dolores en Santa Catalina o de la Soledad en la noche del Viernes santo por calle Don Gonzalo o del Resucitado en la Avenida de la Matallana será algo sublime para el pontanés.
Indescriptible e irrepetible es para un pontanés estar de Hermano mayor delante de algún Paso del Jueves y Viernes santo y que se entrecrucen los romanos y figuras bíblicas al tiempo que la procesión se detiene para que el Imperio honre a los Pasos de Cristo con un Miserere y a los Pasos de Virgen con un Stabat Mater. Esa aglomeración de gente que asiste desde la acera o acompaña alumbrando, figuras y romanos junto al olor de la cera de los cirios y del incienso que aroma la calle es inenarrable. Es una de las señas genuinas y de autenticidad de la Semana Santa de Puente-Genil.
La calle Aguilar es el epicentro al atardecer el Miércoles Santo para asistir a la salida de la procesión. Luego, de madrugada, vúelve a ser un enclave primordial a la hora del encierro. Las cofradías bordan este día con hilvanes que primorosamente cosen el Lavatorio, el Huerto, la Victoria, el Humilde y la Amargura.
El Viernes santo por la mañana, tras la Diana, está polarizado, primero, en Santa Catalina, donde Puente-Genil asiste al encuentro con el Amo de toas las cargas. En esta pontanensa calle las figuras acuden a rendir homenaje al Maestro con las Reverencias. Dos largas filas de penitentes llenan el recorrido desde la Plaza de Lara hasta la de Linares. Hacía el mediodía será la calle Don Gonzalo la que concentre a cientos de pontanenses cuando ya el sol inunda de pleno toda la calle y estar vestido de figura es toda una penitencia. Desde una balcón alguien reza cantando una saeta en medio de un gran silencio. El Imperio Romano ocupa la calle en su brillante desfile procesional. Ante el Paso de Ntro. Padre Jesús Nazareno la escuadra tabaco interpretará el Miserere. Ante el Palio de los Dolores hará lo propio con el Stabat Mater. Cuando se haya pronunciado la Sentencia a Jesús a las puertas del puente de Miragenil las escuadras del Imperio se dispondrán ante la Virgen y podremos recrearnos escuchando la marcha Recuerdo. Estamos en calle Don Gonzalo y es Viernes santo, la Semana Santa vive otro de sus momentos de máxima intensidad en Puente-Genil.
Un vez más este día nos recuerda que estamos ante la fiesta de los sentidos por excelencia. Una vez más se fundirán el olor de la cera y la fragancia de las flores, la saeta y el sonido de la campanita, el color morado de Jesús con el azul del manto de los Dolores. Todo ello compone un indescriptible cuadro donde cada pincelada evidencia las singularidades de la Semana Santa pontanensa.
Decir Semana Santa en Puente-Genil es referirse a la Plaza del Calvario y a las calles Antonio Baena, Don Gonzalo, Santa Catalina, Aguilar y la avenida de la Matallana. Cada una de ellas dota su impronta y su seña de identidad y es por ello por lo que hay que estar en cada uno de esos enclaves para vivirla.
La Semana Santa es el recuerdo de la infancia junto a los padres y abuelos; el recuerdo de antepasados; los momentos vivenciales en un cuartel; los momentos de intimidad bajo un rostrillo. Es una amalgama de sentimientos, vivencias, lugares y recuerdos; de luces y contraluces; de colores, olores y sonidos. Es un bouquet de flores formado por lirios morados, rosas y claveles. Es la fusión del aromático incienso con el de la chorreante cera de las candelerías. Es fervor, tradición, devoción y pasión.
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